Llega la edad de mandar a la chingada la felicidad

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¿¡Cómo que mandar a la chingada la felicidad!? Pues así es, bueno, seguramente existirá una expresión más decente como: «de acuerdo, hasta aquí dejo de buscar la llamada felicidad».

El punto es que podemos hacer una pausa y reflexionar un poquito sobre lo que tantos libros, canciones, películas o hasta supuestos gurús nos han dicho sobre «buscar la felicidad». Y ahí estamos nosotros, pasando años donde de cuando en cuando nos preguntamos a solas: «¿soy feliz?», y seguramente nos responderemos que no. Porque cuando somos realmente «felices», ni siquiera tenemos espacio para hacernos esa pregunta. Qué irónica es la vida, ¿no?

Así que no se trata de abandonar ese cúmulo de sensaciones, experiencias o pensamientos a lo que llamamos felicidad. Sino más bien la clave está en la palabra. ¿A qué me refiero? Pues qué tal si en lugar de buscar la felicidad, buscamos… ¡la paz! Así de simple. —Bueno no es simple, simple; es otro desmadrito pero luego hablamos de eso—.

Eso fue lo que me dije: «Bien, cambiaré de palabra y lo que buscaré es la paz». ¡Y cómo cambia el panorama! Es que mira cómo cambia el panorama, hasta parece que la misión es más simple, porque suena algo más realizable un «voy a decidir lo que me deje en paz», que decir «debo decidir lo que me lleve a la felicidad».

Todo un truco para el cerebro, en lugar de darle una misión larguísima, la divides en pequeños pedacitos que son realizables y alcanzables. Así cuando se cumple ese pedacito de misión hasta te llenas de «¡a huevo, lo hice!» y es una inyección de energía para el siguiente pedacito. Cuando te das cuenta habrás llegado muy lejos.

Así es ir día con día tomando decisiones que dejen en paz, y de pronto se te puede hacer costumbre llevar así tus días, habrá momento difíciles, pero al final sabrás que estar en paz será lo más valioso que puedes tener. Y así, al final puede llegar el momento que hasta se te olvide preguntarte si eres o no feliz.

Gracias por leer.

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